La fuerza se escapa y no sabes donde se esconde.
El cielo sigue estando azul pero ahora se vé detrás de la ventana.
Indefensa ante lo que no ofende.
Confundida dentro de la claridad y aquello que con monedas se pagó intenta volver a la mente, poniendo en proceso lo que se aprendió.
Rayos bipolares cruzan, crean la fusión entre objetivo y subjetivo, se apagan y la realidad ciega mis ojos.
Sin fuerza para pensar considero la opción de abandono y no hay espacio en ningún esquema.
Quizá por simple masoquismo levanto cabeza veintidós veces al día.
Tengo, no tengo, quiero, no quiero. Todo está sobre la mesa.
No hay dudas pero cada llamada significa un paso atrás.
Si tú no eres feliz me cuesta avanzar.
Pero llego el día en que «tu» se convierte en «vosotros» y un «yo» siente impotencia.
Así el tonto pez de memoria de tres segundos se muerde la cola veintidós veces al día.
Cuento con los dedos de mis manos y se dibuja mi sonrisa. Estáis ahí.
Cada cuál tiene su voz de aliento, pero esta leona se cansa de salir de caza y volver de vacío.